sábado, 19 de diciembre de 2009

HACIENDO MEMORIA DE PORQUÉ ESTOY AQUÍ


Hay profesiones que para elegirlas debes sentir lo que se ha dado en llamar VOCACIÓN, que para mí se debe parecer bastante a lo que deben sentir los religiosos, un algo un “nosequé” que te hace ir por un camino determinado y no por otro, quizá mas fácil. Creo que dentro de estas profesiones están por ejemplo las que tienen que ver con la medicina y por supuesto la profesión de maestro, así como la de trabajador social (entre otras, claro).
Sobra decir que con 18 años, y el instituto recién terminado, hasta la decisión mas nimia es un drama, pero también es cierto que si con la inexperiencia propia de esta edad sientes la llamada de la dedicación al otro ahí hay algo, una predisposición que bien canalizada…
Luego pasan los 3 años de carrera y la visión utópica de la vida se va disipando, con las primaras desilusiones y los primeros encontronazos con la cruda realidad perdí un poco el fuelle.
Las áreas que abarca el trabajo social son bastísimas pero pronto entendí que lo mío era el trabajo con familia e infancia, así que con el afán de despegar preparé con mucho esmero y poca madurez una oposición para el Ministerio de Justicia (perito de juzgado de menores) que por supuesto no conseguí… CRISIS.
Era el momento de decidir, seguir con mis voluntariados proyectos cortos e inestables o entrar en lo que he dado en llamar “vida adulta”, tuve que elegir entre irme a Bolivia a un proyecto de cooperación o un empleo indefinido después de dos años sin trabajar, y elegí.
Tomé el trabajo “de verdad” que me aconsejaba el sentido común, un poco desmotivada ya de dar tumbos, me ofrecía estabilidad con su nómina y sus vacaciones pagadas, Anda que bien!
Pero pasó un año, otro y otro y lo de ser “oficinera” cada vez me daba menos y me exigía más, la estabilidad ya no era suficiente y el germen que tenia se revelaba por momentos. Traté de refugiarme en la vida personal, pero tocar en la orquesta (que era lo mas parecido a hacer algo por vocación) no podía llenar mas que la parte que le correspondía.
Comparto mi vida con un maestro de primaria y por esas cosas del destino he creado a mi alrededor un círculo de maestros de primaria, secundaria, bachillerato, universidad, de música, educadores sociales, trabajadores sociales… todos ellos profesionales en activo, soy parte de ellos y ellos son parte de mi.
En cada tertulia participo como la que más, y rebato con pasión, argumento y replico con consistencia y sin titubeos, y sin darme cuenta me veo emitiendo opiniones que son el fruto de todo lo que he ido recopilando en estos años, de lo que he ido añadiendo .
Me sorprendía a mi misma tratando de dar soluciones a situaciones de su trabajo diario en las diversas aulas que me comentaban, y pensando mientras esperaba en la cola del autobús cual sería la mejor forma de intervenir en esta o aquella situación… ¿por qué no darme permiso?
-Creo que debería ser maestra- lo pensé casi como una revelación (tan vocacional como estudiar trabajador social)
-hay un pequeño problema… que tú no eres maestra- me apunto mi “maestro de andar por casa”
-Bueno… pues lo seré-
Y en esas ando, y cada día infinito de esfuerzo de defensa de mi jornada oficinera y de lucha en las aulas me merece más la pena. Lo merecen, porque me acercan mas y mas al compromiso que he adquirido con los que llegarán a mi aula de darles siempre lo mejor que tenga en mi, lo que sepa y lo que aprenderé, lo que sienta y lo que les haga sentir.
Hasta el momento no me arrepiento de ningún paso de dado porque

“nunca el tiempo es perdido”
como ya cantaran otros antes que yo.

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